Marquesina

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jueves, 14 de marzo de 2013

Cuento Pinocho


PINOCHO

Hace mucho tiempo, un carpintero llamado Gepeto, como se sentía muy solo, cogió de su taller un trozo de madera y construyó un muñeco llamado Pinocho.
-¡Qué bien me ha quedado! -exclamó-. Lástima que no tenga vida. Cómo me gustaría que mi Pinocho fuese un niño de verdad.
Tanto lo deseaba que un hada fue hasta allí y con su varita dio vida al muñeco.
-¡Hola, padre! -saludó Pinocho.
-¡Eh! ¿Quién habla? -gritó Gepeto mirando a todas partes.
-Soy yo, Pinocho. ¿Es que ya no me conoces?
-¡Parece que estoy soñando! ¡Por fin tengo un hijo!
Gepeto pensó que aunque su hijo era de madera tenía que ir al colegio. Pero no tenía dinero, así que decidió vender su abrigo para comprar los libros.
Salía Pinocho con los libros en la mano para ir al colegio y pensaba:
-Ya sé, estudiaré mucho para tener un buen trabajo y ganar dinero, y con ese dinero compraré un buen abrigo a Gepeto.
De camino, pasó por la plaza del pueblo y oyó:
-¡Entren, señores y señoras! ¡Vean nuestro teatro de títeres!
Era un teatro de muñecos como él y se puso tan contento que bailó con ellos. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que no tenían vida y bailaban movidos por unos hilos que llevaban atados a las manos y los pies.
-¡Bravo, bravo! -gritaba la gente al ver a Pinocho bailar sin hilos.
-¿Quieres formar parte de nuestro teatro? -le dijo el dueño del
teatro al acabar la función.
-No porque tengo que ir al colegio.
-Pues entonces, toma estas monedas por lo bien que has bailado
-le dijo un señor.
Pinocho siguió muy contento hacia el cole, cuando de pronto:
-¡Vaya, vaya! ¿Dónde vas tan deprisa, jovencito? -dijo un gato muy mentiroso que se encontró en el camino.
-Voy a comprar un abrigo a mi padre con este dinero.
-¡Oh, vamos! -exclamó el zorro que iba con el gato-. Eso es poco dinero para un buen abrigo. ¿No te gustaría tener más?
-Sí, pero ¿cómo? -contestó Pinocho.
-Es fácil -dijo el gato-. Si entierras tus monedas en el Campo de los Milagros crecerá una planta que te dará dinero.
-¿Y dónde está ese campo?
-Nosotros te llevaremos -dijo el zorro.
Así, con mentiras, los bandidos llevaron a Pinocho a un lugar lejos de la ciudad, le robaron las monedas y le ataron a un árbol.
Gritó y gritó pero nadie le oyó, tan sólo el Hada Azul.
-¿Dónde perdiste las monedas?
-Al cruzar el río -dijo Pinocho mientras le crecía la nariz.
Se dio cuenta de que había mentido y, al ver su nariz, se puso a llorar.
-Esta vez tu nariz volverá a ser como antes, pero te crecerá si vuelves a mentir -dijo el Hada Azul.
Así, Pinocho se fue a la ciudad y se encontró con unos niños que reían y saltaban muy contentos.
-¿Qué es lo que pasa? -preguntó.
-Nos vamos de viaje a la Isla de la Diversión, donde todos los días son fiesta y no hay colegios ni profesores. ¿Te quieres venir?
-¡Venga, vamos!
Entonces, apareció el Hada Azul.
-¿No me prometiste ir al colegio? -preguntó.
-Sí -mintió Pinocho-, ya he estado allí.
Y, de repente, empezaron a crecerle unas orejas de burro. Pinocho se dio cuenta de que le habían crecido por mentir y se arrepintió de verdad. Se fue al colegio y luego a casa, pero Gepeto había ido a buscarle a la playa con tan mala suerte que, al meterse en el agua, se lo había tragado una ballena.
-¡Iré a salvarle! -exclamó Pinocho.
Se fue a la playa y esperó a que se lo tragara la ballena. Dentro vio a Gepeto, que le abrazó muy fuerte.
-Tendremos que salir de aquí, así que encenderemos un fuego para que la ballena abra la boca.
Así lo hicieron y salieron nadando muy deprisa hacia la orilla. El papá del muñeco no paraba de abrazarle.
De repente, apareció el Hada Azul, que convirtió el sueño de Gepeto en realidad, ya que tocó a Pinocho y lo convirtió en un niño de verdad.

Español Bloque 4, Proyecto 2, quito grado


LA CENICIENTA

Hubo una vez una joven muy bella que no tenía padres, sino madrastra, una viuda impertinente con dos hijas a cual más fea. Era ella quien hacía los trabajos más duros de la casa y como sus vestidos estaban siempre tan manchados de ceniza, todos la llamaban Cenicienta.estrella
   Un día el Rey de aquel país anunció que iba a dar una gran fiesta a la que invitaba a todas las jóvenes casaderas del reino.
- Tú Cenicienta, no irás -dijo la madrastra-. Te quedarás en casa fregando el suelo y preparando la cena para cuando volvamos.
 estrella  Llegó el día del baile y Cenicienta apesadumbrada vio partir a sus hermanastras hacia el Palacio Real. Cuando se encontró sola en la cocina no pudo reprimir sus sollozos.
- ¿Por qué seré tan desgraciada? -exclamó-. De pronto se le apareció su Hada Madrina.     estrella
- No te preocupes -exclamó el Hada-. Tú también podrás ir al baile, pero con una condición, que cuando el reloj de Palacio dé las doce campanadas tendrás que regresar sin falta. Y tocándola con su varita mágica la transformó en una maravillosa joven.

   La llegada de Cenicienta al Palacio causó honda admiración. Al entrar en la sala de baile, el Rey quedó tan prendado de su belleza que bailó con ella toda la noche. Sus hermanastras no la reconocieron y se preguntaban quién sería aquella joven.
   En medio de tanta felicidad Cenicienta oyó sonar en el reloj de Palacio las doce.
- ¡Oh, Dios mío! ¡Tengo que irme! -exclamó-.
   
   Como una exhalación atravesó el salón y bajó la escalinata perdiendo en su huída un zapato, que el Rey recogió asombrado.
   Para encontrar a la bella joven, el Rey ideó un plan. Se casaría con aquella que pudiera calzarse el zapato. Envió a sus heraldos a recorrer todo el Reino. Las doncellas se lo probaban en vano, pues no había ni una a quien le fuera bien el zapatito.estrella
   Al fin llegaron a casa de Cenicienta, y claro está que sus hermanastras no pudieron calzar el zapato, pero cuando se lo puso Cenicienta vieron con estupor que le estaba perfecto.
   Y así sucedió que el Príncipe se casó con la joven y vivieron muy felices.

Español Bloque 4, Proyecto 2, Quito Grado


ALADINO

Erase una vez una viuda que vivía con su hijo, Aladino. Un día, un misterioso extranjero ofreció al muchacho una moneda de plata a cambio de un pequeño favor y como eran muy pobres aceptó.

-¿Qué tengo que hacer? -preguntó.

-Sígueme - respondió el misterioso extranjero.

El extranjero y Aladino se alejaron de la aldea en dirección al bosque, donde este ultimo iba con frecuencia a jugar. Poco tiempo después se detuvieron delante de una estrecha entrada que conducía a una cueva que Aladino nunca antes había visto.

- ¡No recuerdo haber visto esta cueva! -exclamó el joven- ¿Siempre a estado ahí?
El extranjero sin responder a su pregunta, le dijo:
-Quiero que entres por esta abertura y me traigas mi vieja lámpara de aceite. Lo haría yo mismo si la entrada no fuera demasiado estrecha para mí.
-De acuerdo- dijo Aladino-, iré a buscarla.
-Algo mas- agrego el extranjero-.
No toques nada mas, ¿me has entendido? Quiero únicamente que me traigas mi lámpara de aceite.

El tono de voz con que el extranjero le dijo esto último, alarmó a Aladino. Por un momento penso huir, pero cambio de idea al recordar la moneda de plata y toda la comida que su madre podía comprar con ella.
-No se preocupe, le traeré su lámpara, - dijo Aladino mientras se deslizaba por la estrecha abertura.

Una vez en el interior, Aladino vio una vieja lámpara de aceite que alumbraba débilmente la cueva. Cual no sería su sorpresa al descubrir un recinto cubierto de monedas de oro y piedras preciosas.

"Si el extranjero solo quiere su vieja lámpara -pensó Aladino-, o está loco o es un brujo. Mmm, ¡tengo la impresión de que no está loco! ¡Entonces es un ... !"
-¡La lámpara! ¡Tráemela inmediatamente!- grito el brujo impaciente.
-De acuerdo pero primero déjeme salir -repuso Aladino mientras comenzaba a deslizarse por la abertura.
¡No! ¡Primero dame la lámpara! -exigió el brujo cerrándole el paso
-¡No! Grito Aladino.

-¡Peor para ti! Exclamo el brujo empujándolo nuevamente dentro de la cueva. Pero al hacerlo perdió el anillo que llevaba en el dedo el cual rodó hasta los pies de Aladino.

En ese momento se oyó un fuerte ruido. Era el brujo que hacia rodar una roca para bloquear la entrada de la cueva.

Una oscuridad profunda invadió el lugar, Aladino tuvo miedo. ¿Se quedaría atrapado allí para siempre? Sin pensarlo, recogió el anillo y se lo puso en el dedo. Mientras pensaba en la forma de escaparse, distraídamente le daba vueltas y vueltas.

De repente, la cueva se lleno de una intensa luz rosada y un genio sonriente apareció.

-Soy el genio del anillo. ¿Que deseas mi señor? Aladino aturdido ante la aparición, solo acertó a balbucear:
-Quiero regresar a casa.
Instantáneamente Aladino se encontró en su casa con la vieja lampara de aceite entre las manos.
Emocionado el joven narro a su madre lo sucedido y le entregó la lampara.
-Bueno no es una moneda de plata, pero voy a limpiarla y podremos usarla.
La esta frotando, cuando de improviso otro genio aun más grande que el primero apareció.

-Soy el genio de la lampara. ¿Que deseas? La madre de Aladino contemplando aquella extraña aparición sin atreverse a pronunciar una sola palabra.
Aladino sonriendo murmuró:
-¿Porque no una deliciosa comida acompañada de un gran postre?
Inmediatamente, aparecieron delante de ellos fuentes llenas de exquisitos manjares.

Aladino y su madre comieron muy bien ese día y a partir de entonces, todos los días durante muchos años.

Aladino creció y se convirtió en un joven apuesto, y su madre no tuvo necesidad de trabajar para otros. Se contentaban con muy poco y el genio se encargaba de suplir todas sus necesidades.

Un día cuando Aladino se dirigía al mercado, vio a la hija del Sultán que se paseaba en su litera. Una sola mirada le bastó para quedar locamente enamorado de ella. Inmediatamente corrió a su casa para contárselo a su madre:
-¡Madre, este es el día más feliz de mi vida! Acabo de ver a la mujer con la que quiero casarme.
-Iré a ver al Sultán y le pediré para ti la mano de su hija Halima dijo ella.
Como era costumbre llevar un presente al Sultán, pidieron al genio un cofre de hermosas joyas.
Aunque muy impresionado por el presente el Sultán preguntó:
-¿Cómo puedo saber si tu hijo es lo suficientemente rico como para velar por el bienestar de mi hija? Dile a Aladino que, para demostrar su riqueza debe enviarme cuarenta caballos de pura sangre cargados con cuarenta cofres llenos de piedras preciosas y cuarenta guerreros para escoltarlos.

La madre desconsolada, regreso a casa con el mensaje. -¿Dónde podemos encontrar todo lo que exige el Sultán? -preguntó a su hijo.

Tal vez el genio de la lampara pueda ayudarnos -contestó Aladino. Como de costumbre, el genio sonrió e inmediatamente obedeció las ordenes de Aladino.

Instantáneamente, aparecieron cuarenta briosos caballos cargados con cofres llenos de zafiros y esmeraldas. Esperando impacientes las ordenes de Aladino, cuarenta Jinetes ataviados con blancos turbantes y anchas cimitarras, montaban a caballo.

-¡Al palacio del Sultán!- ordenó Aladino.

El Sultán muy complacido con tan magnifico regalo, se dio cuenta de que el joven estaba determinado a obtener la mano de su hija. Poco tiempo después, Aladino y Halima se casaron y el joven hizo construir un hermoso palacio al lado de el del Sultán (con la ayuda del genio claro esta).

El Sultán se sentía orgulloso de su yerno y Halima estaba muy enamorada de su esposo que era atento y generoso.

Pero la felicidad de la pareja fue interrumpida el día en que el malvado brujo regreso a la ciudad disfrazado de mercader.

-¡Cambio lamparas viejas por nuevas! -pregonaba. Las mujeres cambiaban felices sus lamparas viejas.

-¡Aquí! -llamó Halima-. Tome la mía también entregándole la lampara del genio.

Aladino nunca había confiado a Halima el secreto de la lampara y ahora era demasiado tarde.

El brujo froto la lampara y dio una orden al genio. En una fracción de segundos, Halima y el palacio subieron muy alto por el aire y fueron llevados a la tierra lejana del brujo.

-¡Ahora serás mi mujer! -le dijo el brujo con una estruendosa carcajada. La pobre Halima, viéndose a la merced del brujo, lloraba amargamente.

Cuando Aladino regreso, vio que su palacio y todo lo que amaba habían desaparecido.

Entonces acordándose del anillo le dio tres vueltas. -Gran genio del anillo, ¿dime que sucedió con mi esposa y mi palacio? -preguntó.

-El brujo que te empujo al interior de la cueva hace algunos años regresó mi amo, y se llevó con él, tu palacio y esposa y la lampara -respondió el genio.

Tráemelos de regreso inmediatamente -pidió Aladino.

-Lo siento, amo, mi poder no es suficiente para traerlos. Pero puedo llevarte hasta donde se encuentran. Poco después, Aladino se encontraba entre los muros del palacio del brujo. Atravesó silenciosamente las habitaciones hasta encontrar a Halima. Al verla la estrechó entre sus brazos mientras ella trataba de explicarle todo lo que le había sucedido.

-¡Shhh! No digas una palabra hasta que encontremos una forma de escapar -susurró Aladino. Juntos trazaron un plan. Halima debía encontrar la manera de envenenar al brujo. El genio del anillo les proporciono el veneno.

Esa noche, Halima sirvió la cena y sirvió el veneno en una copa de vino que le ofreció al brujo.

Sin quitarle los ojos de encima, espero a que se tomara hasta la ultima gota. Casi inmediatamente este se desplomo inerte.

Aladino entró presuroso a la habitación, tomó la lámpara que se encontraba en el bolsillo del brujo y la froto con fuerza.

-¡Cómo me alegro de verte, mi buen Amo! -dijo sonriendo-.
¿Podemos regresar ahora?
-¡Al instante!- respondió Aladino y el palacio se elevo por el aire y floto suavemente hasta el reino del Sultán.

El Sultán y la madre de Aladino estaban felices de ver de nuevo a sus hijos. Una gran fiesta fue organizada a la cual fueron invitados todos los súbditos del reino para festejar el regreso de la joven pareja.

Aladino y Halima vivieron felices y sus sonrisas aun se pueden ver cada vez que alguien brilla una vieja lampara de aceite.

Español Bloque 4 Proyecto 2, Quinto Grado


RAPUNZEL
Había una vez... una pareja feliz que desde hacía mucho tiempo deseaban tener un hijo o una hija. Un día, la mujer sintió que su deseo ¡por fin! se iba a realizar.

Su casa tenía una pequeña ventana en la parte de atrás, desde donde se podía ver un jardín magnífico lleno de flores hermosas y de toda clase de plantas, árboles frutales y verduras maravillosas. Estaba rodeado por una muralla alta y nadie se atrevía a entrar porque allí vivía una bruja.

Un día, mirando hacia el jardín, la mujer se fijó en un árbol cargadito de espléndidas manzanas que se veían tan frescas y tan deliciosas que ansiaba comerlas. Su deseo crecía día a día y, como pensaba que nunca podría comerlas, comenzó a debilitarse, a perder peso y se puso pálida y frágil. Comenzaba a enfermarse.

Su esposo se preocupó y le preguntó:
—¿Qué te pasa, querida esposa?
—Ay —dijo—, ¡si no puedo comer unas manzanas del huerto que está detrás de nuestra casa, moriré!
Su esposo, que la amaba mucho, le respondió: 
—No permitiré que fallezcas, querida.

Cuando oscureció, el hombre trepó la pared, entró en el jardín de la bruja y rápidamente cogió algunas de aquellas manzanas tan rojas, las fue metiendo en un pequeño saco que llevaba y corrió a entregárselas a su esposa. Ella, de inmediato, comenzó a comerlas con deleite saboreando hasta el último pedacito. Eran tan deliciosas que al día siguiente creció su deseo por comer más.

Para mantenerla contenta, su esposo sabía que tenía que ser valiente e ir al huerto otra vez. Esperó toda la tarde hasta que oscureció, pero cuando saltó la pared, se encontró cara a cara con la bruja.

—¿Cómo te atreves a entrar en mi huerto a robarte mis manzanas? —dijo ella furiosa.
—¡Ay! —contestó él—, tuve que hacerlo, tuve que venir aquí porque me sentí obligado por el peligro que amenaza a mi esposa. Ella vio tus manzanas desde la ventana y fue tan grande su deseo de comerlas que pensó que moriría si no saboreaba algunas.

Entonces la bruja dijo:

—Si es verdad lo que me has dicho, permitiré que tomes cuantas manzanas quieras, pero a cambio me tienes que dar el hijo que tu esposa va a tener. Tendrá un buen hogar y yo seré su madre.

El hombre estaba tan aterrorizado que aceptó. Cuando su esposa dio a luz una pequeña niña, la bruja vino a su casa y se la llevó. La llamó Rapunzel.

Rapunzel llegó a ser la niña más hermosa de todo el planeta. Cuando cumplió doce años, la bruja la encerró en una torre en medio de un tupido bosque. La torre no tenía escaleras ni puertas, sólo una pequeña ventana en lo alto. Cada vez que la bruja quería subir a lo alto de la torre, se paraba bajo la ventana y gritaba:

—¡Rapunzel, Rapunzel, lanza tu trenza de oro!

Rapunzel tenía un maravilloso y abundante cabello largo, dorado como el sol. Parecía de oro. Siempre que escuchaba el llamado de la bruja se soltaba el cabello, lo ataba alrededor de uno de los ganchos de la ventana y lo dejaba caer al piso. Entonces la bruja trepaba por la trenza de oro.

Un día un príncipe, que cabalgaba por el bosque, pasó por la torre y escuchó una canción tan gloriosa que se acercó para escuchar.

Quien cantaba era Rapunzel. Atraído por tan melodiosa voz, el príncipe buscó una puerta o una ventana para entrar a la torre pero todo fue en vano. Sin embargo, la canción le había llegado tan profundo al corazón, que lo hizo regresar al bosque todos los días para escucharla.

Uno de esos días, vio a la bruja acercarse a los pies de la torre. El príncipe se escondió detrás de un árbol para observar y la escuchó decir:
—¡Rapunzel, Rapunzel, lanza tu trenza de oro!
Rapunzel dejó caer su larga trenza y la bruja trepó hasta la ventana.
—¡Oh, es así como se entra a la torre! —se dijo el príncipe—. Tendré que probar mi suerte.
Al día siguiente al oscurecer, fue a la torre y llamó: 
—¡Rapunzel, Rapunzel, lanza tu trenza de oro!

El cabello de Rapunzel cayó de inmediato y el príncipe subió. Al principio Rapunzel estaba muy asustada al ver a un hombre extraño, pero el príncipe le dijo gentilmente que la había escuchado cantar y que su dulce melodía le había robado el corazón.

Entonces Rapunzel olvidó su temor. El príncipe le preguntó si le gustaría ser su esposa a lo cual accedió de inmediato y sin pensarlo mucho porque —además de que lo vio joven y bello— estaba deseosa de salir del dominio de esa mala bruja que la tenía presa en aquel tenebroso castillo. El príncipe la venía a visitar todas las noches y la bruja, que venía sólo durante el día, no sabía nada.

Un día, en su ascenso, la bruja le dio un gran tirón en la trenza a Rapunzel y ella reaccionó cometiendo una terrible equivocación; le preguntó: 

—Dime, ¿por qué eres tan pesada que me tiras del cabello, mientras que el príncipe sube hacia mí, rápido y sin hacerme daño?

—Niña perversa —gritó la bruja—, ¿qué es lo que escucho? ¡Así es que me has estado engañando!

En su furia, la bruja tomó el hermoso cabello de Rapunzel, lo enrolló un par de veces alrededor de su mano y, rápidamente, se lo cortó. Todo el cabello de oro y las maravillosas trenzas cayeron al piso. Después la bruja llevó a Rapunzel a un lugar remoto y la abandonó para que viviera en soledad. 

Esa tarde, cuando oscurecía, la bruja se escondió en la torre. Pronto llegó el hijo del rey y llamó:

—¡Rapunzel, Rapunzel, lanza tu trenza de oro!

Cuando la bruja escuchó el llamado del príncipe, amarró el cabello de la pobre Rapunzel a un gancho de la ventana y lo dejó caer al suelo. El príncipe trepó hasta la ventana y cuál no sería su sorpresa cuando se encontró con la malvada bruja en lugar de su dulce Rapunzel.

Ella lo miró con ojos perversos y diabólicos y le dijo: 

—Has perdido a Rapunzel para siempre. ¡Nunca más la verás otra vez.!

El príncipe estaba desolado. Para colmo de su desgracia, se cayó desde la ventana sobre un matorral de zarza. No murió, pero las espinas del matorral lo dejaron ciego.

Incapaz de vivir sin Rapunzel, el príncipe se internó en el bosque. Vivió muchos años comiendo frutas y raíces, hasta que un día, por casualidad, llegó al solitario lugar donde Rapunzel vivía en la miseria.

De repente, escuchó una melodiosa voz que le era conocida y se dirigió hacia ella. Cuando estaba cerca, Rapunzel lo reconoció. Al verlo se volvió loca de alegría, pero se puso triste cuando se dio cuenta de su ceguera. Lo abrazó tiernamente y lloró.

Sus lágrimas cayeron sobre los ojos del príncipe ciego. De inmediato, los ojos de él se llenaron de luz y pudo ver como antes. Entonces, feliz de estar reunido con su amor, se llevó a Rapunzel a su reino, en donde se casaron y vivieron felices para siempre.














Español Bloque 4 Proyecto 2 Quinto Grado


Cuento 
La cerillera - Hans Christian Andersen
Hans Christian Andersen escribió hace muchos años este bello, triste y emotivo cuento situado en la noche de San Silvestre. Una historia que nos recuerda que jamás debemos perder la ilusión por conseguir aquello que anhelamos.
Era la noche de San Silvestre, la última noche del año. Todo el mundo en la ciudad se apresuraba para llegar pronto a sus casas y refugiarse del frío y la nieve. Iban muy abrigados, y algunos llevaban regalos de Navidad. Tras los cristales ardía la leña en las chimeneas y había agradables aromas de los manjares preparados para la cena de aquella noche.
En medio del ir y venir, un pequeña chiquilla vendía fósforos para ganar algo con que comprar siquiera un pedazo de pan. Compren fósforos, lo mejor para encender fuego. ¡Compre cerillas, señor! Pero la gente apenas escuchaba su débil voz y desde luego, por nada del mundo sacarían las manos de sus tibios bolsillos con el frío que hacía.
Poco a poco, la noche se fue acercando y la calle se quedó desierta. -¡Fósforos, fósforos! ¡Cerillas para la lumbre! –Pero la pobre cerillera pronto comprendió que no vendería nada más aquel día. Terminó pronto de contar las escasísimas ganancias. No podía volver así a su casa: sin llevar consigo algo de alimento para su familia.
Pensó que quizá sus padres se enfadaran con ella por no haber sido capaz de vender más, eran tan pobres y tantas bocas que alimentar, que la más mínima cantidad marcaba una gran diferencia. ¡Si por lo menos no hiciera tanto frío! Tenía los deditos entumecidos, la nariz helada y le dolía mucho la garganta. Si se atreviera a encender una cerilla, sentiría un poco de calor...
Al fin y al cabo, en su casa haría el mismo frío que en la calle, pues durante todo el invierno el agua de lluvia se había abierto camino entre las rendijas del tejado, formando goteras y el viento soplaba a través de los cartones que formaban las paredes de su humilde casita. Se refugió en la esquina que formaban dos casas muy elegantes y con mucho cuidado para no destaparse, encendió un fósforo.
Y la luz del fósforo al arder le mostró una acogedora estancia donde ardía el cálido fuego de la chimenea al lado de una mesa con humeante comida. Las llamas se reflejaban en las paredes creando figuras danzarinas y la pobre cerillera incluso podía sentir el calor de una manta sobre sus rodillas. Al apagarse, la niña volvió a la oscura y fría realidad.
-Si pudiera ser todo el rato así...- Se lamentó la chiquilla –Encender otro fósforo no marcará ninguna diferencia, y sin embargo es tan agradable su luz... Y procedió a prender la llama que esta vez le mostró un salón bellamente adornado, con un árbol de navidad adornado con infinidad de pequeñas velitas centelleantes. Bajo él, los regalos esperando a ser abiertos por niños ilusionados.
Al apagarse el segundo fósforo, la pequeña volvió a sentirse sola, en la noche acariciada por los copos de nieve que caían sin cesar, casi a oscuras, sentada en la calle y aterida de frío. - Encenderé otra cerilla – decidió la niña, pues las ilusiones que le brindaba la luz conseguían apartarla, siquiera por un momento, de la insensible realidad
Y así lo hizo, sostuvo la madera encendida delante de sus ojos y esta vez se vio a sí misma sentada a la agradable mesa al lado de la chimenea, tomando una sopa caliente que reconfortó su enfermo cuerpo. Y también era ella la que se acercó al majestuoso árbol de navidad para abrir los regalos que en su corta vida nunca había recibido.
Tan agradable y tan nueva era la sensación para la chiquilla, tan gratificante sentir el calor del hogar, que esta vez, cuando se consumió la cerilla, sólo quedó junto a la esquina de las elegantes casas el pequeño cuerpecito de la vendedora de fósforos, pues su alma se negó a regresar a esa realidad que la había ignorado hasta el momento

Contesta las siguientes preguntas

1.- ¿Qué tipo de texto es el que acabas de leer? __________________________________
2.- ¿En qué época del año acontece? ___________________________________________
3.- ¿Por qué la gente no compraba cerillos a la niña? _______________________________
4.- ¿Por qué comenzó a encender los cerillos? ____________________________________
5.- ¿Qué significa la expresión “su alma se negó a regresar a esa realidad”?
____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

Ejercicio Español Bloque 4, Proyecto 2, Quinto Grado


 La zapatera prodigiosa (fragmento)

FEDERICO GARCÍA LORCA (1899 – 1936)

Escena VI
Por la puerta central aparece el Alcalde. Viste de azul oscuro, gran capa y larga vara de mando rematada con cabos de plata. Habla despacio y con gran sorna.
Alcalde: ¿En el trabajo?
Zapatero: En el trabajo, señor Alcalde.
Alcalde: ¿Mucho dinero?
Zapatero: El suficiente. (El Zapatero sigue trabajando. El Alcalde mira curiosamente a todos lados)
Alcalde: Tú no estás bueno.
Zapatero: (Sin levantar la vista) No.
Alcalde¿La mujer?
Zapatero: (Asintiendo) ¡La mujer!
Alcalde(Sentándose) Eso tiene casarse a tu edad... A tu edad se debe ya estar viudo... de una, como mínimum... Yo estoy de cuatro: Rosa, Manuela, Visitación y Enriqueta Gómez, que ha sido la última: buenas mozas todas, aficionadas al baile y al agua limpia.
Zapatero: Pues ya está usted viendo qué vida la mía. Mi mujer... no me quiere. Habla por la ventana con todos. Hasta con don Mirlo, y a mí se me está encendiendo la sangre.
Alcalde: (Riendo) Es que ella es una chiquilla alegre, eso es natural.
Zapatero¡Ca! Estoy convencido... yo creo que esto lo hace por atormentarme; porque, estoy seguro..., ella me odia. Al principio creí que la dominaría con mi carácter dulzón y mis regalillos: collares de coral, cintillos, peinetas de concha... ¡hasta unas ligas! Pero ella... ¡es siempre ella!
Alcalde:   Y tú, siempre tú; ¡qué demonio! Vamos, lo estoy viendo y me parece mentira cómo un hombre, lo que se dice un hombre, no puede meter en cintura, no una, sino ochenta hembras. Si tu mujer habla por la ventana con todos, si tu mujer se pone agria contigo, es porque tú quieres, porque tú no tienes arranque. A las mujeres, buenos apretones en la cintura, pisadas fuertes y la voz siempre en alto, y si con esto se atreven a hacer quiquiriquí, la vara, no hay otro remedio. Rosa, Manuela, Visitación y Enriqueta Gómez, que ha sido la última, te lo pueden decir desde la otra vida, si es que por casualidad están allí.
Zapatero: Pero si el caso es que no me atrevo a decirle una cosa. (Mira con recelo)
Alcalde: (Autoritario) Dímela.
Zapatero: Comprendo que es una barbaridad.... pero yo no estoy enamorado de mi mujer.
Alcalde: ¡Demonio!
Zapatero: Sí, señor, ¡demonio!
Alcalde: Entonces, grandísimo tunante, ¿por qué te has casado?
Zapatero: Ahí lo tiene usted. Yo no me lo explico tampoco. Mi hermana, mi hermana tiene la culpa. Que si te vas a quedar solo, que si qué sé yo, que si qué sé yo cuánto... Yo tenía dinerillos, salud, y dije: ¡allá voy!
Pero, benditísima soledad antigua. ¡Mal rayo parta a mi hermana, que en paz descanse!
Alcalde: ¡Pues te has lucido!
Zapatero: Sí, señor, me he lucido... Ahora, que yo no aguanto más. Yo no sabía lo que era una mujer. Digo, ¡usted, cuatro! Yo no tengo edad para resistir este jaleo.
Zapatera: (Cantando dentro, fuerte)
¡Ay, jaleo, jaleo, ya se acabó el alboroto y vamos al tiroteo!
Zapatero: Ya lo está usted oyendo.
Alcalde: ¿Y qué piensas hacer?
ZapateroCuca Silvana. (Hace el ademán)
Alcalde: ¿Se te ha vuelto el juicio?
Zapatero: (Excitado) El zapatero a tus zapatos se acabó para mí. Yo soy un hombre pacífico. Yo no estoy acostumbrado a estos voceríos y a estar en lenguas de todos.
Alcalde: (Riéndose) Recapacita lo que has dicho que vas a hacer; que tú eres capaz de hacerlo, y no seas tonto. Es una lástima que un hombre como tú no tenga el carácter que debías tener. (Por la puerta de la izquierda aparece la Zapatera echándose polvos con una polvera rosa y limpiándose las cejas)

1.- ¿Qué tipo de texto es el anterior?

a) Un poema.        
b) Una adivinanza.
c) Un guión de teatro.
d) Una leyenda.

2.- Podemos afirmar que el texto anterior es un guión de teatro porque:

a) Está escrito en versos.
b) Contiene rima.
c) Porque en el mismo texto lo dice.
d) Porque contiene  diálogos y autores.

3.- ¿A qué parte del guión pertenece la parte que dice: “LA ZAPATERA PRODIGIOSA “?

a) A un diálogo.
b) A una acotación.
c) Al título de la obra.
d) Al escenario.

4.- ¿En cuál de las siguientes opciones se encuentra un diálogo del texto?

a) Alcalde:
b) (El Zapatero sigue trabajando. El Alcalde mira curiosamente a todos lados)
c) En el trabajo, señor Alcalde.
d) (Riéndose)

5.- ¿Cuál de las siguientes es una acotación que se presenta en el texto?

a) Alcalde:
b) (El Zapatero sigue trabajando. El Alcalde mira curiosamente a todos lados)
c) En el trabajo, señor Alcalde.
d) ¿La mujer?

6.- ¿En cuál de las siguientes opciones se encuentra una característica  que NO sería coherente que perteneciera a el “zapatero”?

a) Ser amable.
b) Ser pacifico.
c) Pleitista.
d) Todas las características le quedan bien.

7.- ¿En cuál de las siguientes opciones se encuentra una acotación que NO sería coherente que lo hiciera el “zapatero”?

a) (Autoritario)
b) (Sin levantar la vista)
c) (Hace el ademán)
d) (riendo)

8.- ¿A quién pertenece al siguiente diálogo?
¿Se te ha vuelto el juicio?

a) Alcalde:
b) Zapatero
c) Zapatera
d) La hermana del zapatero.

9.- ¿En qué caso se hizo un uso incorrecto de los signos de interrogación?

a) ¿por qué te has casado?
b) ¿Y qué piensas hacer?
c) ¿Qué te pasa?
d) ¿Hola?

10.- ¿Cuál de las siguientes frases debe escribirse entre signos de interrogación?

a) Riéndose
b) Y qué piensas hacer.
c) La mujer.
d) Pues ya está usted viendo qué vida la mía.


sábado, 9 de marzo de 2013

Ejercicios de lectura para primer grado


EJERCICIO No. 1

El gato toma la lima.
Elio toma la liga.
Alito ama a mamá.
Ema toma el ala.
Elio ató la liga.
Alí toma el atolito.
Ema ama a mamá.
El gato malito.

EJERCICIO No. 2

Saco mamá el atolito.
Ema tomo el saco.
El gato sacó la cola.
Elia toma la masa.
Amalia amasa la masa.
Esa osa toma lima.
Elisa sacó la liga.+
Esa lima mala.
Amalia tocó la lima.

EJERCICIO No. 3

Elia toma la llave.
Ema alisa la colilla.
Amalia usa la llave.
Alí saco la vela.
Ella toma la llave.
Elsa llama a Ema.
Elisa ve la llave.
Amalia saco la llave.
Alí toma esa olla.

EJERCICIO No. 4

Elisa llama a mamá.
Elio saco el asado.
Adela toma la llave.
Adela saco la olla.
Esa olla de salado.
Amado saco la colilla.
Ema amasa en la mesa.
El salado de Adela.

EJERCICIO No. 5

Zoila toma la cesta.
Esa cesta es de limas.
Amado toma dos limas.
Esa osa es así.
Elsa llama a Zoila.
Esa silla es de Susi.
Susi usa esa llave.
Esa taza es de mamá.

EJERCICIO No. 6

El conejo sacó la cola.
El conejo ve la taza.
Cojo la taza de Zoila.
Ese conejo mojo su cola.
Celia llama a ese conejo.
Ema lijó la llave.
El nene toma la vela.
Ema toma el madejo.
Ema asó ese ajo.


Material para primer grado

IMPRIMIBLES 1B1 by Santos Ciau